En 1883, el coronel Remigio Gil pone en marcha un establecimiento ganadero en las tierras que le habían sido adjudicadas. Designa administrador del mismo a su suegro Tomás Mason, hombre dinámico, emprendedor, optimista y con gran visión de futuro; características que lo llevaron a trabajar sin descanso en el predio que se le había confiado. En sus recorridas por el campo al trote de un soberbio alazán y en sus viajes en “canasta” hasta Bragado para tomar el tren que lo llevara a Buenos Aires, lentamente iba madurando un audaz proyecto: crear un pueblo a instancias de una solicitud hecha por el gobernador del territorio José Luro.
Esta idea iba tomando cuerpo, especialmente en los momentos de descanso, cuando a la sombra de un caldén de “La Malvina”, soñaba con su pueblo.
El primer habitante de su pueblo, fue un forastero, que camino a Toay, se encontró con Mason y éste lo invitó a quedarse, le habló de su proyecto, le ofreció un terreno junto a la tranquera para que levantara su vivienda y le brindó su amistad. El recién llegado era León Safontás, un francés de 26 años de edad que viajaba en sulky, trayendo como equipaje su ropa, un tratado de matemática, otro de gramática, otro de contabilidad y su inseparable Biblia.
Don Tomás regresó contento a la estancia: su proyecto empezaba a cristalizar. Ya tenía su pueblo, su primer habitante. Así hizo con los que llegaban para seguir hasta Toay, los invitaba a quedarse... y fueron muchos los que se quedaron. Entre ellos las familias Monnier, Bousquet, Lacheral, Gerín, Merello, Roux...
Una clara y templada mañana de octubre llegó hasta donde estaba su amigo Safontás y le dijo: “Voy a gestionar oficialmente la fundación del pueblo” y viaja a Buenos Aires. Siguieron pasando los meses y siguieron llegando nuevos habitantes, casi todos franceses y procedentes en su mayoría de Trenque Lauquen.
El 22 de abrill de 1892: y al final llegó el tan soñado y ansiado día, el de la fundación para la pequeña población. Don Tomás pronunció unas palabras alusivas en el centro del potrero destinado a plaza. Se cavaron los cimientos del futuro edificio municipal y luego hubo vitores y hurras, bombas de estruendo y reparto de pañuelos de seda con los colores de la Patria. La fiesta terminó con asado con cuero, galleta y vino.
La población siguió en aumento. Llegaron familias como Gamboa, Colomés, Colombato, Etcheverry, Alagis, Perroud, Toschino y otros. Como vemos, la fundación de Santa Rosa no tuvo la pompa y las rígidas ceremoniales de otras ciudades, sólo la voluntad inquebrantable de un hombre que supo transmitir su fe y su entusiasmo a un grupo de personas llegadas desde lejanos horizontes. Los pobladores se fueron consolidando y multiplicando sobre el predio conquistado, fueron sumando progreso y experiencia y afirmando su organización social y política. Todos y cada uno de los que actuaron lo hicieron con la fe y la esperanza de hallar en este solar surcado por el pampero la certeza de una vida mejor para sí y los suyos.
El 9 de Junio de 1956 (2)]Alzamiento heroico o revolución de bolsillo según la titulen sus defensores o detractores. Lo cierto es que el 9 de Junio de 1956 Santa Rosa fue tomada por un grupo cívico-militar que a nivel nacional encabezaban los generales Tanco y Valle. Este movimiento quería reivindicar al depuesto presidente electo Gral. Juan Domingo Perón, quien había tenido que huir del país cuando se produjo la Revolución Libertadora, comandada por el Gral. Aramburu. Ese 9 de Junio, a las 22:30 horas, mientras los Caballeros del Tango, la orquesta de Ricardo Falappa amenizaba el baile en el Club Pampa, el movimiento cívico-militar bajo el comando del Capitán Adolfo Phillipeaux, el doctor Agustín Nores Martinez y Aquiles José Regazzoli , ex jefe de Policía, copó la Jefatura de Policía, la casa de Gobierno, la Radio Nacional y la propaladora, además apresó entre otros funcionarios al Ministro de Gobierno, al Dr. del Hospital a quienes trasladaron a Jefatura donde los mantuvieron hasta su rendición al día siguiente. El movimiento de reivindicación no capturó al interventor Dr. Martín Rafael Garmendia, quien se refugió en casa de Berhongaray, ni tampoco tomó, en forma inexplicable, la oficina de teléfonos.
La sublevación finalizó el 10 de Junio, cuando el coronel Saravia, comandante del 13 de Caballería con asiento en Toay avanzó sobre Santa Rosa, al mismo tiempo que los Catalina de la Marina de Guerra bombardeaban Radio Nacional.
El gobierno de facto, a cargo del Gral. Aramburu y el contraalmirante Isaac Rojas, ordenó el fusilamiento de 27 oficiales mayores, entre ellos los generales de división Tanco y Valle, cabecillas principales de la rebelión pro peronista. En Santa Rosa, el interventor Garmendia fue contundente al exponer al gobierno nacional que no permitiría fusilamientos en suelo pampeano. No se sabe cual fue la razón, si la determinación del interventor u otra oculta, pero los sublevados santarroseños no fueron ejecutados.
Esta idea iba tomando cuerpo, especialmente en los momentos de descanso, cuando a la sombra de un caldén de “La Malvina”, soñaba con su pueblo.
El primer habitante de su pueblo, fue un forastero, que camino a Toay, se encontró con Mason y éste lo invitó a quedarse, le habló de su proyecto, le ofreció un terreno junto a la tranquera para que levantara su vivienda y le brindó su amistad. El recién llegado era León Safontás, un francés de 26 años de edad que viajaba en sulky, trayendo como equipaje su ropa, un tratado de matemática, otro de gramática, otro de contabilidad y su inseparable Biblia.
Don Tomás regresó contento a la estancia: su proyecto empezaba a cristalizar. Ya tenía su pueblo, su primer habitante. Así hizo con los que llegaban para seguir hasta Toay, los invitaba a quedarse... y fueron muchos los que se quedaron. Entre ellos las familias Monnier, Bousquet, Lacheral, Gerín, Merello, Roux...
Una clara y templada mañana de octubre llegó hasta donde estaba su amigo Safontás y le dijo: “Voy a gestionar oficialmente la fundación del pueblo” y viaja a Buenos Aires. Siguieron pasando los meses y siguieron llegando nuevos habitantes, casi todos franceses y procedentes en su mayoría de Trenque Lauquen.
El 22 de abrill de 1892: y al final llegó el tan soñado y ansiado día, el de la fundación para la pequeña población. Don Tomás pronunció unas palabras alusivas en el centro del potrero destinado a plaza. Se cavaron los cimientos del futuro edificio municipal y luego hubo vitores y hurras, bombas de estruendo y reparto de pañuelos de seda con los colores de la Patria. La fiesta terminó con asado con cuero, galleta y vino.
La población siguió en aumento. Llegaron familias como Gamboa, Colomés, Colombato, Etcheverry, Alagis, Perroud, Toschino y otros. Como vemos, la fundación de Santa Rosa no tuvo la pompa y las rígidas ceremoniales de otras ciudades, sólo la voluntad inquebrantable de un hombre que supo transmitir su fe y su entusiasmo a un grupo de personas llegadas desde lejanos horizontes. Los pobladores se fueron consolidando y multiplicando sobre el predio conquistado, fueron sumando progreso y experiencia y afirmando su organización social y política. Todos y cada uno de los que actuaron lo hicieron con la fe y la esperanza de hallar en este solar surcado por el pampero la certeza de una vida mejor para sí y los suyos.
El 9 de Junio de 1956 (2)]Alzamiento heroico o revolución de bolsillo según la titulen sus defensores o detractores. Lo cierto es que el 9 de Junio de 1956 Santa Rosa fue tomada por un grupo cívico-militar que a nivel nacional encabezaban los generales Tanco y Valle. Este movimiento quería reivindicar al depuesto presidente electo Gral. Juan Domingo Perón, quien había tenido que huir del país cuando se produjo la Revolución Libertadora, comandada por el Gral. Aramburu. Ese 9 de Junio, a las 22:30 horas, mientras los Caballeros del Tango, la orquesta de Ricardo Falappa amenizaba el baile en el Club Pampa, el movimiento cívico-militar bajo el comando del Capitán Adolfo Phillipeaux, el doctor Agustín Nores Martinez y Aquiles José Regazzoli , ex jefe de Policía, copó la Jefatura de Policía, la casa de Gobierno, la Radio Nacional y la propaladora, además apresó entre otros funcionarios al Ministro de Gobierno, al Dr. del Hospital a quienes trasladaron a Jefatura donde los mantuvieron hasta su rendición al día siguiente. El movimiento de reivindicación no capturó al interventor Dr. Martín Rafael Garmendia, quien se refugió en casa de Berhongaray, ni tampoco tomó, en forma inexplicable, la oficina de teléfonos.
La sublevación finalizó el 10 de Junio, cuando el coronel Saravia, comandante del 13 de Caballería con asiento en Toay avanzó sobre Santa Rosa, al mismo tiempo que los Catalina de la Marina de Guerra bombardeaban Radio Nacional.
El gobierno de facto, a cargo del Gral. Aramburu y el contraalmirante Isaac Rojas, ordenó el fusilamiento de 27 oficiales mayores, entre ellos los generales de división Tanco y Valle, cabecillas principales de la rebelión pro peronista. En Santa Rosa, el interventor Garmendia fue contundente al exponer al gobierno nacional que no permitiría fusilamientos en suelo pampeano. No se sabe cual fue la razón, si la determinación del interventor u otra oculta, pero los sublevados santarroseños no fueron ejecutados.
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